miércoles, febrero 29, 2012

Zona de incertidumbre, Antonio Serrano Cueto

Paréntesis Editorial, Alcalá de Guadaira, 2011. 288 pp. 15 €

Ángeles Prieto

La zona de incertidumbre, en materia de formación y seguridad vial, sirve para definir aquel espacio que nos rodea y no podemos percibir porque nuestra vista está dirigida al frente, y que además se irá acrecentando conforme incrementemos la velocidad con la que estemos avanzando. Por eso, no hablamos solamente de una zona misteriosa e imperceptible en la que todo puede suceder, también nos referimos con esta definición a ese lugar inseguro en el que acechan y nos esperan esos peligros que vamos generando nosotros mismos.
Por ello, quiero presentar aquí los treinta y cinco relatos de esta Zona de Incertidumbre haciendo saber al lector, ante todo, que nos encontramos ante un volumen de literatura seria y nada frívola, elaborada al objeto de hacernos reflexionar, aunque contenga piezas divertidas, marcadas por unsentido del humor obvio. Hablamos pues de cuentos para releer y pensar, nunca para dejar olvidados en el asiento de un autobús. Esto no está reñido, por supuesto, con una amenidad que disfrutaremos gracias a un manejo muy inteligente de variados recursos estilísticos no precisamente escatimados por el autor: cartas, informes, diálogos y un poliédrico y original cuadro temático en el que cada relato no se parece en absoluto al anterior. Aunque haya cuentos ciertamente relacionados, como el estupendo Magíster dixit, retratando irónicamente un mundo que el autor conoce muy bien, con Paulo el zancudo, relato que nos habla de esos terribles complejos adolescentes que superamos sin más remedio en la madurez.
Esta diversión asegurada la veremos reforzada por la actitud lúdica de Antonio Serrano al no buscar una medida perfecta para sus relatos, más bien ensayando distintas aproximaciones que ganan indudablemente en las distancias más cortas. Por ello encontraremos en este volumen microrrelatos brillantes como Los fantasmas de Internet o Preludio de otoño, demostrando así el ascendente camino recorrido que lleva ya en este género concreto, un género literario que va ganando adeptos con las nuevas tecnologías y que el autor ha estudiado a fondo y en serio.
Por lo demás, la variedad temática es la reina del libro: hay cuentos históricos, familiares, geográficos, poéticos y artísticos, siempre dejando una puerta abierta, esa zona de incertidumbre, por la que se cuela lo fantástico, pero sin olvidar en ningún momento abordar los temas que verdaderamente nos interesan porque hablan de nosotros mismos: el sexo, la muerte, la familia. Con alguna concesión también a ese inevitable inconsciente colectivo de los gaditanos, como veremos en Trombas pluviales, pues raro es el autor de estas tierras (recordemos por ejemplo al maestro Fernando Quiñones), que no cuenta en su obra con un relato atlántide de destrucción masiva ante el poder de las aguas.
Nos encontramos ante un libro muy trabajado, que promete y logra el cometido de alcanzar un nivel literario más que respetable. Desde el punto de vista de la crítica formal, por tanto, más que un aplauso merece la promesa de estar muy atentos a lo que este escritor, curtido y exento de lugares comunes, pueda seguir generando. Y para el resto de los lectores, la cada vez más extraña opción de no pasear rauda la vista por un libro, sino reflexionar y aprender con este. Un colección de relatos, en definitiva, que me ha recordado al paseo por un zoco, pleno de olores, sabores y saberes nuevos, que debemos seguir disfrutando.

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