miércoles, junio 07, 2017

Invasiones, Ismael M. Biurrun


Valdemar, Madrid, 2017. 384 pp. 14,50 €

Ariadna G. García

Ismael M. Biurrun (1972) es, sin duda alguna, uno de los autores imprescindibles de la narrativa española actual. Y no me refiero a la novela de género, tan denostada y marginada en nuestro país. Quienes leen mis reseñas ya saben que llevo una década reivindicando que ciertos autores de la novela fantástica, gótica, prospectiva… están haciendo literatura de verdad, que publican libros de calidad exquisita, que poseen voces muy personales con las que muestran la vida desde ángulos insospechados, y cuyas historias –poderosamente atractivas– nos obligan a dar sorprendentes giros dramáticos. Me refiero a narradores que mezclan géneros, que no siguen los raíles de las convenciones ajenas, que gustan de exprimentar rutas originales, como Emilio Bueso, Jon Bilbao, Luis Manuel Ruiz, Roberto de Paz, Guillem López o el propio Ismael M. Biurrun. Este último ha publicado seis obras: Infierno nevado; Rojo alma, negro sombra (451); Mujer abrazada a un cuervo, El escondite de Grisha (ambas en Salto de Página), Un minuto antes de la oscuridad (Fantascy) e Invasiones (Valdemar). Su segunda novela le granjeó los premios Celsius y Nocte en 2009; la tercera, el Celsius en 2011. Mujer abrazada a un cuervo y El escondite de Grisha son dos novelas excepcionales, de las que se disfrutan y se releen porque gusta estar en ellas. Biurrun no ya sólo domina el ritmo del relato, sino que tiene un estilo primoroso, lírico, le encanta trabajar con las palabras y eso se nota, es un mago de la retórica y de la sugestión. Por otro lado, sabe crear personajes complejos y situaciones conflictivas que resuelve con soltura. Su última obra, Invasiones, supone un giro con respecto a estas premisas. En esta ocasión, Biurrun nos entrega tres novelas cortas en un solo volumen. Cada una nos ofrece una pesadilla distinta. La primera, Coronación, relata el asedio a Madrid de una plaga de langostas. La segunda, El color de la Tierra, describe cómo la superficie de Valencia se agriteta y se hunde. La tercera, Nebulosa, narra una lucha milenaria entre microorganismos que atraviesan la atmósfera a lomos de un asteroide. En estas nouvelles, Biurrun prescinde de las marcas de la casa (lirismo, profundidad psicológica, fina caracterización de los personajes) en pos de la contundencia de un género más breve y condensado. En su lugar, se desliza hacia la narrativa de terror, con episodios realmente macabros, de los que te dejan con mal cuerpo y prefieres borrar de la imaginación acabada la lectura. La primera historia es muy buena (también la más cercana al estilo de Biurrun). A la plaga se suman varias crisis (afectivas, familiares, económicas) que arrinconan a los protagonistas en lo alto de una edificio de lujo de la capital. La amenaza que sufre el mundo externo sirve como caja de resonancia que amplifica los dramas íntimos de los personajes. La tercera, pese a lo gore o repulsivo de alguna escena, tiene un final sorprendente, perfecto. Biurrun es un novelista al que le gustan los retos. Invasiones es un libro arriesgado, demasiado escorado –en mi opinión– hacia un público muy específico, que, necesariamente, se deleitará con sus páginas. Más aún con esta bella edición en tapa dura de Valdemar. Por mi parte, yo ya estoy deseando que Ismael recupere sus señas de identidad. Mujer abrazada a un cuervo no es una buena novela de fantasía, sino una de las mejores obras publicadas en este país en lo que llevamos de siglo.

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